historia

Cultura, tradición y sentimiento

  Ganadería de “Juan Pedro Domecq”, representa a lo largo de los años, toda la evolución de la corrida de toros propiamente dicha, por ello su historia puede decirse que es la historia de nuestra corrida de toros.

La antigüedad de la ganadería data del 2 de Agosto de 1790 y desde esta fecha ha conservado su divisa encarnada y blanca.

 Esta divisa ha pasado por cuatro familias: Vázquez, familia Real, Duques de Veragua y Juan Pedro Domecq.

VÁZQUEZ 1763 – 1830

1763 A 1780 – D. Gregorio vázquez
1780 a 1830 – D. Vicente José Vázquez

___________________________________

1763-1780   D. gregorio Vázquez

La antigüedad de la ganadería, según la Unión de Criadores de Toros de Lidia, es del 2 de Agosto de 1790, fecha en que se presenta en Madrid como ganadero D. Vicente José Vázquez, con divisa roja y blanca.

Pero si profundizamos en el origen de esta ganadería podemos ver, según datos que se encuentran en los Anales de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, que D. Gregorio Vázquez, padre de D. Vicente José, ya lidia toros en esta Real Maestranza los días 21 a 23 de abril de 1763, con divisa negra y blanca.  Se dieron suelta en esos días a 44 toros de distintas ganaderías y actuaron los diestros, Cristóbal Revisco, Francisco Gil y Juan Escolar como picadores y Juan Miguel, Manuel Palomo, Joaquín Rodríguez «Costillares» (padre, parece ser, del célebre Costillares) y Antonio Albano como toreros.

 

1780-1830   D. Vicente José Vázquez

Pero el verdadero creador del toro «Vazqueño» es el hijo de  D. Gregorio Vázquez (llamado D. Vicente José Vázquez); comenzó éste a hacerse cargo de la ganadería en 1780 y desde el primer momento marcó su objetivo, el más ambicioso, CREAR UN ENCASTE. En primer lugar decidió que para realizar su proyecto, tenía que conjugar las virtudes y cualidades de los toros mejores de su época y para ello adquirió:

Reses del Sr. Marqués de Casa Ulloa  que se caracterizaban por la fuerza en sus acometidas y la condición de pegajosos.

Reses de D. José Rafael Cabrera que se caracterizaban por su poder, tamaño y peso.

Reses de Bécquer que se caracterizaban por su dureza reserva de pies y a veces la malicia.

Reses de Vistahermosa que se caracterizaban por su bravura por todo extremo, pero que no tenían corpulencia ni peso, como si hubieran padecido escasez. Eran de cuernos cortos y con exiguo poder y si no producían grandes temores en la gente de a Caballo, ni ocasionaban grandes caídas, eran en cambio las delicias de los aficionados, que los veían siempre acudir a los cites, tomar gran número de varas  y recargar en todas ellas, conservarse bravos, prontos y ligeros para todas las suertes, llegando a la suprema con el mismo valor y bravura con que habían salido de los chiqueros.

Pero para obtener estos últimos el Sr. Vázquez tuvo que desplegar toda su habilidad, pues ante la imposibilidad de adquirirlas por las constantes negativas del Conde, tuvo que adquirir por unos años los derechos de la prestación decimal que debían entregar los agricultores y ganaderos  a la Diócesis de Sevilla de todos los productos de la tierra.

Después de tomar grandes precauciones para evitar el engaño de la entrega de unas reses por otras, y con el carácter de arrendador de los diezmos, demandó Vázquez a Vistahermosa para la entrega y señaló sitio, día y hora para ello. El Sr. Conde, celoso por sus vacas, quiso confundir al arrendatario del diezmo, entregándole becerros solamente, alegando que esto había de producirles mayores rendimientos; pero como el Sr. Vázquez deseaba también hembras, consiguió sus propósitos, llevándose buen número de ellas en todo el tiempo que duró el arrendamiento del diezmo. Ya tenía el Sr. Vázquez reses condesas en sus piaras.

Pero antes de realizar su objetivo, tuvo que esperar algunos años; él había recibido añojos y añojas, necesitaba ver, una vez tentados, cuales  eran dignos de la reproducción. En su época verificó la tienta, en la que extremó mucho el castigo, y únicamente los que obtuvieron nota inmejorable fueron destinados a cubrir las vacas de su raza y hasta que el número de éstas no pasó de 150, que fue a los pocos años, no se mezclaron ni confundieron con las demás que el Sr. Vázquez poseía.

Cuando se hizo la fusión de unas vacas con las otras, no hubo más que un hierro y una señal en toda la ganadería, adoptándose con todos sus productos el sistema racional de tientas, y los toros y vacas procrearon sin que se tuviese en cuenta  su procedencia.

Había terminado la primera fase de su obra y comenzaba la segunda: la de la fijación y consolidación de su encaste, que con posterioridad se llamaría “VAZQUEÑO”. Este hecho comenzó el año 1790, y termina el 11 de Febrero de 1830 con la muerte de D. Vicente José.

Durante casi medio siglo el nombre de Vázquez fue repetido constantemente por la afición, cuando de toros había que hablar, en dura rivalidad con las otras dos ganaderías estrella: Vistahermosa y Cabrera.

REAL VACADA 1830-1834

1830 – 1834 – Rey Fernando VII

 _________________________________

A la muerte de D. Vicente José Vázquez, el rey Fernando VII, a través de D. Fernando Criado Freire, adquirió de la testamentaria la mayor parte de la ganadería formada por un total de 700 cabezas, realizándose la compra por un valor de 301.000 reales de vellón.

Don Fernando Criado Freire habla con el capitán general y juez de la testamentaria, don Vicente Quesada, para revistar todo el ganado que se hallaba en la finca “el Toruño”, en el término de Utrera, así como para acordar las tientas y pruebas a realizar, pues al parecer en los últimos años de los Vázquez la vacada había estado algo abandonada.

Concertada la venta, convenido el precio y la condición de que el ganado había de ser escogido después de tentado para satisfacer de este modo los deseos de Fernando VII, el Sr. Freire buscó para “mayoral” al célebre picador Sebastián Mínguez, y en el cortijo de Casaluenga (Écija, Sevilla), y ayudado por Francisco Sevilla Troni,  se tentaron la mayoría de las vacas de la piara, escogiéndose 400, que unidas a otras 100 paridas y con rastra que entonces no se tentaron, pero que ya lo habían sido de utreras, formaron una piara de 500 vacas, con 100 erales más sin tentar y 34 cuatreños que habían sido tentados de erales y que, por su pelo y trapío demostraban condiciones inmejorables que luego se confirmaron al ser lidiados.

 

Salieron de Sevilla para el Jarama a fines de Junio de 1830, llegando a Aranjuez (Madrid) a mediados de agosto.

Mal aconsejado, sin duda, el Rey, y en vista de que la gente del campo creía que las vacas eran mansas por lo nobles y tranquilas que estaban en las dehesas, hizo que se tentaran de nuevo contra la opinión del Sr. Freire, convenciéndose de lo infundado de los temores, puesto que, a pesar de la escrupulosidad con que la tienta se hizo, solo se desecharon cuatro de todas las que vinieron de Andalucía.

La faena se hizo bajo la dirección de Don Manuel Gaviria, que a finales de 1831 entró a ser director de la “Real Vacada” (por los conocimientos que tiene en el ramo, por su extremada eficacia, por la brillantez en que tiene su ganadería y porque sin sueldo ni interés alguno será un honor en formar una Ganadería para Su Majestad), quien en uso de sus atribuciones, dispuso en la primavera de 1832 que además de los toros vazqueños que habían de fecundar las vacas, se echaran 6 de su ganadería y 4 de D. Julián Fuentes.

La verdad es que la vacada estuvo muy poco tiempo en poder de Fernando VII como para que se dieran demasiadas ocasiones de ser lidiada, en gran parte por la necesidad apremiante que desde el principio tuvo de ser reestructurada dejando lo mejor y eliminando lo malo y lo dudoso.

Así es que los productos de la Real Vacada no se lidian en la Plaza de la Puerta de Alcalá de Madrid hasta después de muerto el Rey con divisa azul celeste y plata.

En septiembre de 1833 muere Fernando VII y la ganadería espera otro cambio.

Al año siguiente de la muerte del Rey, en 1834, la Reina Gobernadora determinó enajenar la ganadería, realizándose la venta en el año 1835 a los Excmos. Srs. Duques de Osuna y de Veragua.

 

DUQUES DE VERAGUA 1835-1930

1835 a 1849: Duques de Osuna y Veragua.
1849 a 1866: Primer Duque de Veragua. Don Pedro Alcántara Colón.
1866 a 1910: Segundo Duque de Veragua, Cristóbal Colón de la Cerda. Esplendor.
1910 a 1928: Tercer Duque de Veragua, D. Cristóbal Colón Aguilera. Decadencia.
1928 a 1930: Manuel Martín Alonso.

_________________________________

1835-1849   Duques de Osuna y Veragua.

El año siguiente de la muerte del Rey, 1834, la Reina Gobernadora determinó enajenar la ganadería, realizándose la venta el año 1835 a los Excmos. Sres. Duques de Osuna y de Veragua. El  número de cabezas de que constaba la ganadería era poco más  o menos, el mismo que el que tenía cinco años antes, cuando el Sr. Freire las escogió de la testamentaria de Vázquez, es decir, alrededor del medio millar.

La torada se trasladó a las dehesas del Duque de Osuna en Benavente (Zamora), donde permaneció hasta 1840 que regresó a varios pastos de la provincia de Madrid, de la Mancha y de los Montes de Toledo, propiedad del Duque de Veragua.

Todas las reses de hasta cuatro años tenían el hierro de la Real Casa; las de más edad, el de Vázquez. Todas ellas tenían la señal de Vázquez por haber continuado con ella el Patrimonio, a excepción de cierto número de erales y de eralas, hijas de los toros de Gaviria y Fuentes.

Los nuevos propietarios acordaron extirpar todo lo que no fuera vazqueño y para que no hubiera duda en la selección, todas las hembras que tenían el hierro de la Real Casa se fueron matando en los años siguientes y ninguno de los machos de igual hierro fue destinado a la reproducción.

Los Duques lidiaron sus toros por primera vez en la plaza de Madrid donde se anunciaron como de la ganadería de Don Vicente José Vázquez, con divisa encarnada y blanca.

Encarnada fue la que usaban los vazqueños en Andalucía; más cuando  vinieron por primera vez a Madrid donde se les ponía de ese color a los de D. José Gijón, que eran más antiguos. Por esta causa se escogió para los de Vázquez la de los dos colores expresados.

Los toros de esta ganadería conservaron en la plaza de Madrid la antigüedad de Vázquez, que es hoy la más remota entre todas las ganaderías existentes.

 

1849-1866   Primer Duque de Veragua. Don Pedro Alcántara Colón.

LOS COMIENZOS.

En 1849 pasó a ser propiedad del Sr. Duque de Veragua la participación que en la ganadería tenía el Sr. Duque de Osuna, y aquel continuó siendo el único dueño hasta que, después de su muerte, acaecida en 1866, pasó la propiedad de esta a su hijo D. Cristóbal Colón de la Cerda, Duque de Veragua, Marqués de la Jamaica, Almirante y Adelantado Mayor de las Indias, senador del reino y ex ministro de la Corona, a quien,  se le adjudicó en la testamentaria de su  padre.

La estrecha amistad que existió entre D. Antonio Miura y D. Cristóbal Colón de la Cerda, Duque de Veragua, hizo que muchas veces discutieran sobre la preferencia entre el sistema de tienta en corral y el de acoso que se sigue en Andalucía, por lo que para hacer una prueba dejaron sin tentar en 1879 veinticinco becerros que fueron acosados, y al año siguiente se tentaron todos los machos de aquella camada por ese procedimiento para proporcionar diversión a la sociedad de garrochistas madrileños de la que el Duque formaba parte.

Estos ensayos dieron motivo a confirmarle en la opinión que siempre sustentara sobre la materia. Los dos sistemas dan buenos resultados cuando se practican con inteligencia, en Andalucía la costumbre y el terreno hacen más fácil y natural la tienta de acoso. En Castilla ese sistema ofrece dificultades por falta de sus propios elementos y un corral bien dispuesto para evitar toda querencia, lo que también es preciso precaver en el campo dejando libre al becerro de todo aliciente que no sea su propia voluntad para ir o no al caballo, da una idea igualmente exacta de sus instintos, con la ventaja de que así es más fácil la vigilancia y la dirección del amo que en horizontes tan abiertos como ofrece el acoso.

El tipo de los toros de Veragua, es fácil de distinguirse entre los demás, asemejándose mucho al de las castas andaluzas, de donde procede, aunque todavía aparecían a veces  en las pariciones crías que las personas conocedoras podían reconocer como si la fusión que se propuso llevar  a cabo D. Vicente J. Vázquez no fuera todavía un hecho consumado.

Por esta razón en una misma corrida suelen verse pelos sardos, berrendos en colorado y jabonero, de abolengo cabrereño; negros, cárdenos y rubios acaramelados que acusan la procedencia de Vistahermosa; berrendos en negro procedentes de Casa Ulloa, y algunos castaños mohínos y de armadura especial que recuerdan a los de Bécquer.

Un dato curioso es la creencia generalizada de suponer que el pelo jabonero constituye el tipo característico de la raza antigua. Cuando sin embargo hasta 1855 esta capa escaseaba hasta el punto de no contarse más que dos o tres vacas de semejante reseña, y era muy raro ver en la plaza toros jaboneros; pero el deseo de propagarlos hizo destinar para semental a un toro llamado Charrengue que se lidió en Valencia en 1861 después de haber fecundado considerable número de vacas durante tres años. De sus hijos se destinaron diez o doce a la reproducción que a su vez dejaron descendencia de condiciones superiores, y sucesivamente fue aumentándose este pelo, el cual domina sobre muchos otros que fueron distintivos de la ganadería.

 

1866 a 1910   Segundo Duque de Veragua. Cristóbal Colón de la Cerda.

Esplendor.

Época estelar de la ganadería. Contaba  alrededor de los treinta años don Cristóbal Colón y de la Cerda, cuando, en 1869, por muerte de su padre, don Pedro, duque de Veragua, marqués de la Jamaica, almirante y adelantado mayor de las Indias, vino a heredar, entre los anteriores títulos y otros bienes, la vacada de reses bravas que dicho don Pedro Alcántara Colón había disfrutado desde el año 1835 en unión del undécimo duque de Osuna, ya a partir de 1849, como único propietario.

Sobre este Duque encontramos la siguiente semblanza escrita por “Areva” en su libro “Ganaderos de Antaño”.

“Realmente, hacia bastante tiempo que don Cristóbal había entrado de hecho en posesión de la antigua ganadería de don Vicente José Vázquez-luego de Fernando VII-, puesto que durante los últimos tiempos de su progenitor, como mayorazgo, cuidaba de la administración de la hacienda y, principalmente, de la acreditadísima vacada.

Entusiasta aficionado, competente agricultor, escrupuloso ganadero y excelente caballista, don Cristóbal Colón y de la Cerda, decimocuarto duque de Veragua, continuó con los mismos sistemas empleados por su padre para la reproducción y crianza de las reses. Enemigo de cruzamientos en toda clase de ganados, como don Pedro, lo fue también su hijo don Cristóbal. Nada de sangres distintas, de cuyos acoplamientos podían surgir individualidades diferentes con variados caracteres hereditarios, y el método selectivo por consanguinidad, esto es, la unión entre sí de animales de la misma casta y de parentesco muy cercano imperó en la vacada del ilustre prócer, aumentando así entre la descendencia los caracteres o particularidades de sus ascendientes.

Por excepción, una sola vez puso el duque a un reducido número de vacas un toro que no era de los suyos. Dada la estrecha amistad que existía entre don Cristóbal y el afamado ganadero sevillano don Antonio Miura, se hizo por ambos un cambio de sementales. El criador andaluz regaló un eral de su hierro al ganadero castellano, y éste, a su vez, envió a aquél otro becerro señalado con la marca ducal. Pero la simiente de Miura poco pudo influir en la sangre veragüeña. Durante dos primaveras efectuó el toro la cubrición de un pequeño lote de hembras, señalándose a las crías, por expresa orden del duque, de forma distinta a la empleada con las de pura casta vazqueña, al objeto de distinguirlas en su día y no dedicar a reproductor ningún macho de este cruce.

Las dos camadas de becerras procedentes del cruce, como después sus hijas, nietas, bisnietas, tataranietas, etc., fueron fecundadas por los toros de la casa, logrando por este procedimiento de absorción extinguir al cabo de cuatro o cinco generaciones la sangre miureña.

El campo y la ganadería fueron las dos pasiones favoritas de don Cristóbal y a las que se entregó con el mayor afán. Hombre llano, afable, bondadoso y gran aficionado a la cría de toros y caballos, gustaba departir con aperadores y mayorales sobre las labores de la tierra y el estado de las reses. Ni aun en las épocas en que sus importantes cargos y dignidades de grande España, vicepresidente del Congreso y del Senado, ministro de Fomento y de Marina, presidente de la Asociación de Ganaderos del Reino, etc., requerían continuada estancia en la capital, dejó el duque de Veragua de hacer múltiples escapadas a sus fincas. Y a las dehesas «El Molinillo», «Villapuercas» y el «Sotillo», en los montes de Toledo; a «Los Caños», «Navalcaide» y otros cerrados próximos a Madrid, marchaba don Cristóbal, solo o en compañía de invitados-entre éstos, los componentes de la Sociedad de garrochistas madrileños, de la que el duque formaba parte-, para celebrar alguna fiesta campera o informarse directamente de las últimas novedades.

El duque dirigía por sí mismo todas las operaciones. Con esmero inigualable atendía a la elección de reproductores; con rigurosa escrupulosidad llevaba las tientas de machos y hembras, y con extremada largueza cuidaba y alimentaba a las reses.

Sin embargo, no faltaron detractores que dieron como segura la decadencia de la mejor ganadería brava de aquella época. Pero la realidad era que las empresas se disputaban los toros del duque, primer ganadero que, en 1874, cobró cuatro mil reales por toro, viniendo de ahí que al billete de mil pesetas se le llamase «un Veragua » ; que los toreros excepto los picadores, que miraban con respeto a tales bichos por su codicia y empuje, mostraban especial predilección hacia aquellos toros, por lo fáciles que resultaban  para el triunfo, y que los públicos los aplaudían sin reserva.

Los toros de Veragua tuvieron gran fama, prefiriéndoles los toreros a los de otras ganaderías porque daban ocasión a un mayor lucimiento, sirviendo a veces de esponja que borraba anteriores fracasos.

Cuéntase que allá por el año 1890, un novillero de cartel, preguntó cierto día Fernando Gómez, «el Gallo», qué toros eran los mejores para los toreros. A lo que el célebre espada contestó sin titubeos: «Mira, mocito: no digas que eres torero si no sabes eso. Los de Veragua, hijo, los de Veragua. Eso no se pregunta».

Don Cristóbal Colón y de la Cerda, señorial y concienzudo criador de reses bravas, mantuvo cerca de medio siglo el crédito de la divisa encarnada y blanca, figurando sus toros, los famosos “Veragüeños”, a la cabeza de los de las demás ganaderías.

¿Qué otro ganadero, como el duque, se permitió el lujo de proporcionar a parte de las vacas un año de descanso en su función procreadora con objeto de no agotarlas y de que criaran hijos sanos y robustos?

Este detalle, por sí solo, evidencia el desinterés y la afición de aquel ganadero, celoso del buen nombre de sus toros, al que si algún reparo hubo de ponérsele no debió ser precisamente el de la falta de escrupulosidad en la crianza y presentación de las reses.

 


1910-1928   Tercer Duque de Veragua.  D. Cristóbal Colón Aguilera.

Decadencia.

Quien a finales de 1927 puso en venta la ganadería, adquiriéndola  los señores don Manuel y don Fermín Martín Alonso, de Alameda de la Sagra (Toledo),  por un millón de pesetas, las 1.137 cabezas de que se componía una de las más famosas ganaderías del mundo.

Sobre la personalidad y los criterios de este tercer y último Duque ganadero, voy transcribimos la entrevista que le realizó para el periódico ABC el 19 de Febrero de 1917, Gregorio Corrochano.

“Hemos charlado con el duque de Veragua; no le hemos interviuvado, ni hemos adoptado en nuestra conversación esa actitud periodística de pandereta, de cuartilla y lápiz en ristre.  Hemos charlado sencillamente, como dos buenos amigos que gustan de comentar una afición mientras fuman unos cigarros.

-¿Usted cree, en efecto -dijo el duque-, que al público le interesa el toro?

-Cada día más.

-En este punto es usted más optimista que yo.  Creo que el público sólo se satisface con el lucimiento del torero, y que, logrado esto, no le interesa nada más de la Fiesta.

-Sin embargo, se inicia una reacción.  El abuso de estos últimos años da sus frutos.  No diré yo, como esas notas oficiosas publicadas a ruegos de los interesados, que los toreros vayan a pedir, casi a exigir, ganado que no quisieron en otras temporadas; pero el público, empalagado de una fiesta que con sus características va perdiendo su interés, se da cuenta de que sus extravíos le conducirían a tal extremo, que el símbolo del toreo sería Llapisera.  Y ya metidos en esto, ¿qué opina usted de la edad de los toros? -En este asunto, mi condición de ganadero podría infundir sospechas.

-Lo más interesante de cuanto se diga acerca del toro lo han de decir los ganaderos.

-Pues yo creo sinceramente que no es condición precisa que el toro tenga cinco años.  Es suficiente con que pase de cuatro y esté bien criado.  Por esto creo indispensable fijar un peso mínimo.  El peso y la edad han de dar el tipo del toro de lidia.  Lo razonaré:

»El toro cuatreño tiene todas las características que alguien supone exclusivas de los cinco años, incluso la constitución de la boca, que es la más definida; lo cual quiere decir que el ganadero, aprovechando las condiciones de esta raza precoz, ha logrado mejorar el toro, adelantarle un año.  Tiene el cuatreño la ventaja de dar una lidia más franca, ser más ligero, más ágil, más apto, menos propenso a reservarse, a defenderse, a hacerse de sentido.

-¿Y no habría temor de que algunos toros diesen el peso no por un desarrollo progresivo, consecuencia del celo del ganadero, sino por haberle engordado a última hora con una sobrealimentación?

-Deseche usted este temor.  A los toros se los cría con lo que da el campo.  Sólo en los años de escasez nos vemos obligados a recurrir a darles pienso.

Si así la ganadería es un negocio ruinoso, calcule usted lo que sería si los toros se cebaran como los cerdos.

-¿Que es un negocio ruinoso?

-Indudablemente.  Mire un dato elocuentísimo.  Mi abuelo vendía los toros a mil pesetas, a cuatro mil reales, como se decía entonces; de esto viene el llamar veraguas a estos billetes.  Yo los vendo a cinco y seis mil reales.  A primera vista parece que mi precio es más remunerador; pero no sucede así, porque yo pago por las fincas en renta la misma cantidad de pesetas que mi abuelo pagaba de reales; de manera que para obtener los mismos rendimientos -aun no teniendo en cuenta otras cargas- sería preciso que yo vendiese cada toro a cuatro mil pesetas.  Yo sostengo la ganadería por afición y por tradición de familia; como negocio, no seguiría ni un día más.

-¿Es muy numerosa su ganadería?

-De 1.200 cabezas.  Saco unos 120 toros por año.  Y aquí tiene usted otro dato de lo que es este negocio.  Sólo da rendimiento un 10 por 100 del ganado; esto es, que con lo que produce cada toro hay que criar diez.

-El origen de su ganadería…

-Mi ganadería tiene todas las castas de reses bravas que hay en España.

La hizo Vázquez con ganado de todas las procedencias.  Sólo un ganadero, el conde de Vistahermosa (de aquellos toros proceden los saltillos de hoy), se negó a venderle toros; pero Vázquez recurrió a un procedimiento ingenioso para conseguir simiente de Vistahermosa.  En aquella época se pagaban todavía los diezmos a la Iglesia, y Vázquez compró de los diezmos, y entre ellos, naturalmente, los había de la ganadería de Vistahermosa.

-¿Usted tienta en el campo o en el corral?

-En el corral.  Yo no dispongo de esas grandes llanuras de que disponen los ganaderos andaluces para hacer las tientas a campo abierto.  Además, creo que es más fácil darse cuenta de las querencias en un lugar cercado, y esto es muy importante.  En el campo, las querencias cambian con más frecuencia, sin que nadie se aperciba.  En mi corral hay una tapia que, sin saber por qué, es la predilecta de los becerros, acaso por la orientación, y esto lo tengo muy en cuenta para no equivocarme contando los puyazos a favor de querencia.

-¿Los apura usted mucho?

-A las becerras, sí; a los machos, no.  A estos sólo les damos dos puyazos, y la nota depende de la bravura y empuje que en ellos pongan.  No se puede castigar mucho a los becerros, que luego se acuerdan en la plaza y no se acercan a los caballos.  Aun así, nos vemos chasqueados.  Porque en esto, como en todo, se cumple la desconcertante ley de la herencia. ¿No nos asombramos muchas veces de la conducta de un hijo relacionándola con la de sus padres diametralmente opuesta?  Pues igual nos ocurre con los toros.  De padres de nota inmejorable sale un granuja que nos desacredita toda la ganadería.  Y a veces de vacas desechadas nacen toros que dan una lidia irreprochable.  Si no fuera así, ¿cree usted que con la escrupulosa selección que venimos haciendo durante tanto tiempo se lidiaría un toro que no fuera bravísimo?

-¿Y no sería conveniente que la Asociación pusiera ciertas limitaciones y exigiera ciertas garantías?

-Ya lo hemos hecho.  Hoy no puede asociarse sino el que compre una ganadería completa, para evitar eso que se llama ganadería de saldo o retazos.

-¿En cuál pelo confía usted más? ¿En los jaboneras?

-No, señor.  En los negros entrepelados, y menos en los retintos.  Aunque hay sus excepciones.  Ya que me ha preguntado usted por los jaboneros le diré una cosa curiosa: el pelo jabonero, que va tan íntimamente ligado a nuestra ganadería, no existía cuando la adquirió mi abuelo.  En aquella larga vacada, de pelos tan varios, sólo había un jabonero.  Cuando se hizo la selección alguien aconsejó a mi abuelo que desechase aquel toro de pelo tan feo.  Pero el toro tenía una excelente nota, y lejos de desecharle le echaron a las vacas.  Este es el origen del pelo jabonero en la ganadería.  Como recuerdo conservamos, como verá usted, la calavera de este toro.

-He oído decir que ustedes no vendieron nunca sementales.

-Nunca.  El único macho que salió de la ganadería se lo regaló mi padre a Lagartijo.

-¿A qué achaca usted que sus toros se aplomen tan pronto?

-No lo sé.  Cada raza tiene sus características.  Acaso dependa de la constitución física del animal.  Lo que desde luego le aseguro es que contribuye mucho a ello la lidia, y ésta de hoy es capaz de aplomar a un elefante.  El abuso del capote es fatal para el toro.  Y no hablemos de las puyas actuales.  Mientras no se modifiquen es inútil todo; no hay toro que lo resista.  La prueba está en que antes se le perdonaba a un toro la vida después de diez o doce puyazos, y el toro curaba de las heridas; hoy, cuando por cualquier causa se retira un toro al corral después de dos puyazos, al día siguiente amanece el toro muerto. ¡Con decirle a usted que en la pasada temporada me mataron un toro de un puyazo de refilón!  De esto, cuanto se diga es poco.

-Y además de poco, se dirá en balde, mientras no haya más energía para sacudiese imposiciones.  Mire usted, cuando nos reuníamos en la Dirección de Seguridad para reformar el Reglamento, el día que nos tocaba examinar las puyas, recibimos un telefonema de los picadores de Sevilla, que decía textualmente: «No estamos conformes con lo que acuerden en el asunto de las puyas.» Es decir, que no nos habíamos reunido, y ya no estaban conformes con lo que acordáramos.

-Pues mientras esto no se resuelva, ¿para qué hablar del toro?  No habrá toro ni con cinco años ni con siete, aunque el ganadero consiguiera ejemplares excepcionales.

De pronto reparamos en que presidía nuestra charla un retrato del viejo duque.  De aquel duque tan escrupuloso y severo, que suprimió las elegantes y pesadas moñas de las corridas de Beneficencia porque descomponían las cabezas de los toros, y hasta contribuyó a trasladar los músicos de la meseta del toril para que la música no excitase a las fieras en su encierro.  Tendría que oír al duque aquel al ver las puyas de hierro limado y con tope, sustituidas por éstas de acero vaciado y sin tope.

Casi nos avergonzamos de plantear en presencia de aquel retrato problemas sobre los que no admitiría aquel hombre discusión.

Nos despedimos.

Queda sintetizada la conversación con el ilustre prócer, que nos deleitó con su charla documentada en materia taurina.  No es el duque de Veragua un duque que tiene la pose de ser ganadero; es un ganadero que ha coincidido con un duque.

Cuando nos retirábamos del austero entresuelo de la calle de San Mateo, aún quedamos un rato charlando, a modo de posdata, en el recibimiento de la casa ducal.  Este recibimiento es un pequeño museo taurino.  Retratos del Chiclanero, Montes y Yust, apuntes de Goya; una cabeza de toro de ocho años, matado por el Tato; un cuadro copia de La Moñuza, en el que se ve al duque de Veragua, padre del actual, apartando una corrida acompañado del Regatero; un bastoncito de Paquiro; el palo de la muleta del Chiclanero, palo que tiene pocas dimensiones más que un lápiz comercial, y otras curiosidades menos curiosas que no recordamos.

-Adiós, duque; quedamos…

-Quedamos en que no creo que al público le interese el toro mientras tolere el capoteo excesivo y la puya actual”.

 


1928-1930   Manuel Martín Alonso.

INTERMEDIACIÓN AL PRIMER «JUAN PEDRO»

Manuel Martín Alonso es la persona que se encarga de la intermediación de la compra-venta entre el Duque de Veragua y Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio.

Aquí incluimos el contrato de compra-venta con todo lujo de detalles.

JUAN PEDRO DOMECQ 1930 – ACTUALIDAD

1930 A 1937: Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio
1937 A 1975: Juan Pedro Domecq y Díez
1978 A 2011: Juan Pedro Domecq Solís
Desde 2011: Juan Pedro Domecq Morenés

_________________________________

1930-1937   JUAN PEDRO DOMECQ Y NÚÑEZ DE VILLLAVICENCIO

El primer Juan Pedro Domecq, con el objetivo de dar publicidad a su bodega, encarga a un joven corredor jerezano, Don Manuel Camacho, su primer gran trato: la búsqueda de una ganadería emblemática. Don Manuel contacta con otro ya avezado corredor, Don Manuel Martin Alonso, abuelo de los Lozano, trasladándole el encargo. Este le ofrece la oportunidad de comprar el hierro y la Ganadería de los Duques de Veragua.

A principios del 1930 compra D. Juan Pedro Domecq  Núñez de Villavicencio la ganadería de Veragua a D. Manuel Martín Alonso, que previamente la había adquirido al Excmo. Sr. Duque de Veragua en 1928, y aunque todavía no la había retirado de las fincas del Duque, D. Juan Pedro realizó su debut como ganadero en una novillada en Cádiz el domingo 5 de Abril (Pascua de Resurrección) de 1931, anunciándose por primera vez en Madrid, (cediendo gratuitamente un toro como los demás ganaderos) en la corrida inaugural de la plaza de Toros de las Ventas el 17 de Junio de 1931.  Fue el toro Hortelano, que abrió plaza por antigüedad y fue lidiado por el diestro «Fortuna».

El traslado duro semanas y acompañado de 4 o 5 vaqueros del Duque se inicia el traslado a caballo desde Los Molinillos en Toledo hasta “Jandillla” en Vejer de la Frontera.

Siguiendo el consejo de su amigo y después consuegro D. Ramón Mora Figueroa adquirió al Conde de la Corte 4 Sementales: el nº 33 Llorón, el nº 38 Carabello, ambos nacidos en 1930 y el nº 57 Chucero y el nº 47  Bodeguero, nacidos en 1931 así como  dos camadas de hembras los años 1930 y 1931.

No estuvo muchos años al frente de la ganadería, pero si los suficientes para que con la ayuda de su amigo y después consuegro Ramón Mora-Figueroa (maestro de los hermanos Domecq Díez) dejar en todos sus hijos una afición desmedida a la crianza del toro bravo.

 

1937-1975   JUAN PEDRO DOMECQ Y DÍEZ 

En Marzo de 1937 muere D. Juan Pedro Domecq Núñez de Villavicencio y se hace cargo de la ganadería Juan Pedro Domecq y Díez, que compra en 1939 la ganadería de Ramón Mora Figueroa procedente de García Pedrajas y con sementales  del Conde de la Corte (dos toros de nombre Chavetero con los números 105 del año 1931 y 94 del año 1933 que eran hermanos de madre).

En 1939 y 1940 compra dos camadas más al Conde de la Corte y vende todo lo puro de Veragua y gran parte de lo cruzado, no quedándose más que con las mejores vacas del cruce Veragua-Conde de la Corte.

NACE  EL ENCASTE  JUAN PEDRO DOMECQ

Ya existían los mimbres necesarios para realizar su obra que, como anteriormente hiciera D. Vicente José Vázquez, no iba a ser otra que la creación de su propio encaste, adaptando el toro a su época y a su personal interpretación de la tauromaquia; va a nacer el llamado toro JUAN PEDRO.

Para ello parte de los siguientes componentes ganaderos:

MORA-FIGUEROA (Correa-García Pedrajas -Conde de la Corte).

VERAGUA-CONDE DE LA CORTE.

CONDE DE LA CORTE en pureza.

Pero para crear un encaste, no basta con contar con los componentes adecuados para conseguir el objetivo, además es necesario fijar un criterio de selección y el objetivo que se pretende alcanzar.

En primer lugar se va a basar en una nueva definición de la bravura, la que llamó bravura integral y que definió de la siguiente manera: Bravura es la capacidad del toro para luchar hasta su muerte.  Por lo que para juzgar ésta y calificar al toro debe de tenerse en cuenta su lidia en todos los tercios y lo aclaró más diciendo: Soy totalmente opuesto a que el equivalente de la bravura de los astados termine en la suerte de varas.

Ya tenemos una nueva concepción de la bravura.  Bravura ya no significa solo acometividad del toro al caballo, ni la acometividad del toro al capote, ni la acometividad del toro en las banderillas, ni la acometividad del toro en la muleta, sino la acometividad en todo el conjunto de suertes que conforman la lidia.

Durante muchos años nunca se utilizaron como sementales reses que tuvieran sangre Veragüeña, aunque de vez en cuando se hicieron pruebas que nunca dieron el resultado apetecido. Puede decirse que el primer toro que tenía algo de sangre Veragua y que se utilizó como semental fue el nº 6 Desteñido con un 6,25% de Veragua indultado en Jerez en 1955 en la primera corrida concurso, pero que tampoco influyó preponderantemente en la fijación del encaste.

Otra técnica utilizada para la fijación de los caracteres fue la de la consanguinidad, por ello se fueron echando a las vacas sementales que eran hijos de hermanastros por parte de padre durante cuatro generaciones.

Además, se incorporó con el tiempo un nuevo método de clasificar a las reses en el tentadero y en la lidia consistente en añadir dos notas a la que tradicionalmente se venía utilizando.  Estas dos notas indicaban la bravura y la toreabilidad en los animales y se clasifican del 0 al 10.

La creación del toro JUAN PEDRO va a verse en cuanto a resultados a partir de los años 50 y va a tener a un torero muy ligado a ellos, nada menos que Antonio Ordoñez Araujo, que llegó a matar 101 toros de la ganadería, cortándoles 103 orejas.

Pero como todos los creadores, si bien Juan Pedro Domecq y Diez vivió a lo largo de su vida grandes triunfos de sus toros y la demanda de los mejores toreros de su época, sobre todo a lo largo de los años 50 y 60, no va a conocer la explosión del reconocimiento de su encaste.

El 27 de Agosto de 1975 muere Juan Pedro Domecq y Diez y, a partir de entonces, son sus hijos los continuadores de su obra.

 

1978-2011   JUAN PEDRO DOMECQ SOLÍS 

Palabras escritas por el ganadero Juan Pedro Domecq Morenés.

“Mi padre,  Juan Pedro Domecq Solís comienza su obra ganadera en 1978 sobre la base de un cuarto de las vacas de la ganadería de su padre, aproximadamente 170, incrementadas con unas 90 vacas de la ganadería de su tío Salvador, que se había separado de sus hermanos en 1970. A los sementales procedentes de la ganadería de su padre se añaden dos sementales de la ganadería de su tío Salvador; el 52 “Rabino” que murió al poco tiempo, y el 30 “Artillero”, uno de los sementales fundamentales en la ganadería de mi padre.

Se dividieron las vacas que componían la ganadería en lotes de 4 para así llevarse vacas de todas las familias, y sementales que componían la ganadería de Juan Pedro Domecq y Diez.

Analizando los toros fundamentales que deja mi abuelo a su muerte y buscando sobre todo hijos del 105 “Rancherito”, mi padre descubrió que uno de estos hijos y una de las combinaciones realizadas por mi abuelo con las vacas viejas para así reducir la consanguinidad de la ganadería estaba en el vientre de una de las vacas que mi abuelo en el año 1975 había vendido a “Luis Algarra”.

Mi padre, por su buena amistad con Luis, le propone cambiarle el 7 “Decidor”, que iba a ser lidiado por el toro de su camada que Luis escogiese. Don Luis con su sabio tino le dijo a mi Padre “Juan Pedro, si yo tengo un toro tan importante en mi ganadería, lo mejor es que vayamos a medias.”

Así surge uno de los sementales más importantes en la ganadería de Juan Pedro Domecq, el 7 “Decidor”. Este semental solo padreo durante 3 años y nunca fue toreado, y ello no fue óbice para convertirse en uno de los sementales más importantes de la historia de la ganadería.

Mi abuelo durante casi toda su vida utilizó la consanguinidad para fijar los caracteres que quería, teniendo, como antes cité, cuatro sementales seguidos hijos de hermanastros.

A partir de aquí, los resultados que habían sido positivos no continuaron, dejando antes de su muerte, una serie de sementales a probar hijos de los toros del momento y de vacas viejas que ya no eran hermanastras sino parientas más lejanas y que dieron extraordinariamente bien. La fijación de los caracteres estaba hecha y que ahora había que abrir las líneas para conseguir trabajar con toda el abanico del banco genético.

En segundo lugar, y estudiando la forma de anotar el comportamiento de cada res (reseña) y de calificarla (nota bravura, nota toreabilidad, nota de conjunto) y pensando sobre los diversos caracteres que debía de componer el prototipo de cada animal, mi padre decide analizarlos en un cuestionario, además de continuar redactando la reseña que habitualmente se había venido realizando (consiste en una pequeña historia donde se resume la lidia del animal en la plaza), para ello no solo era necesario definir los caracteres que creía formaban parte de la composición genética de la bravura y la toreabilidad, sino que además habría que definir cada uno de estos para que mi trabajo pudiera ser comprendido por otras personas.

La base del  trabajo de mi padre en estos años, desde 1978 a 1999, se puede definir en varias grandes líneas:

1º). – Recomposición de la base genética a través de conseguir animales que creía que me faltaban.

2º). – Apertura de líneas en los cruzamientos y en la selección de los animales.

3º). – Un semental se crea, se hace el cruzamiento adecuado buscándolo, no se obtiene por casualidad, aunque a veces surjan oportunidades positivas.

4º). – La informatización de la selección es una herramienta básica.

5º). – El estudio genético de los caracteres es el futuro por el que nos encaminamos a la selección de los apareamientos con ayuda de la ciencia genética y el apoyo de la informática.

Mi padre es un revolucionario de su época, con la aplicación de los avances de selección genéticos para la mejora en la creación y evolución de la ganadería.

En un primer momento crea la primera base de datos para la selección genética de una ganadería brava.

Sobre la base de los estudios realizados por el catedrático Don Javier Cañón, en la que determina que en el comportamiento del toro bravo es tan importante su selección genética como su manejo, prácticamente al 50%, introduce dos cambios determinantes en la evolución del toro bravo actual el Taurodromo y el Unifeed.

El ejercicio y la alimentación. El ejercicio realizado de una forma recurrente y programada, y la alimentación controlada y combinada entre fibra y proteína tan importante en los rumiantes.

Todo esto hizo de mi padre, uno de los ganaderos más importantes del Siglo XX, y permitió que sus toros fueran toreados por las grandes figuras de su época.”

 

 

Desde 2011   Juan Pedro Domecq Morenés.

Palabras escritas por el ganadero Juan Pedro Domecq Morenés.

“El ganadero es el alquimista que debe interpretar los gustos del público de cada época y, cincelar su arcilla sobre la base de la BRAVURA.

La bravura del toro parece expresar algo evidente, pero en cada ciclo histórico ha significado algo distinto. Es el ganadero el que debe adaptar la bravura a la Tauromaquia de cada época.

Para mí, la tauromaquia no puede explicarse sin determinar antes la época de la que estamos hablando, porque su gran secreto, es su constante capacidad de evolución, razón que le ha hecho adaptarse a las costumbres de cada época y de ser aceptada, elogiada, amada o vituperada, pero siempre conservando su vitalidad a lo largo de toda su historia.

Este es el gran reto al que hoy yo, cuarta generación de un Juan Pedro Domecq, me enfrento como ya mis antepasados han venido realizando. Debo conseguir un toro bravo que emocione a través de la faena que cada artista  interpreta.

Es la Bravura del toro y el valor del torero la base sobre la que gravita la Tauromaquia. Es la bravura el compendio de la Tauromaquia y de ahí la dificultad en su definición. La bravura es la base de la toreabilidad, es la capacidad de lucha empleada de un toro a lo largo de todos los tercios hasta su muerte.

BRAVURA  cuanto en tan pocas letras, la BASE, la PIRAMIDE, la TECLA,  EL CAMINO DE LA TOREABILIDAD.

Para casi todos BRAVURA seria el compendio de la Tauromaquia el objetivo del Ganadero de ahí su complejidad  ante el tumulto de caracteres que la conforman.

Mi abuelo, Juan Pedro Domecq y Diez, señalaba:

La bravura, para mí, es cualidad de definición muy compleja. Hace falta sin duda cuidar la casta, pero existen diversos ángulos de apreciación que es preciso analizar por separado para no embrollarse.

La bravura es el pilar fundamental para el desarrollo del toreo.

El toro bravo es noble; el toro bravo se entrega; el toro bravo se emplea y humilla y repite.

El toro de Veragua, el toro Vázquez, era un toro que acudía al caballo pronto, alegre, pero ahí se agotaba siendo su faena de muleta prácticamente nula. Sin embargo, el toro de Parladé, el toro de Vistahermosa, le costaba más ir al caballo, para luego venirse arriba en la muleta. Por eso mis anteriores Juan Pedros buscaron este encaste para perseguir la Bravura que los nuevos tiempos demandaban.

Mi abuelo, con ese juego de encastes Veragua, Conde de la Corte y García-Pedrajas, creó su propio encaste, el encaste de Juan Pedro.

El gran reto del ganadero actual y de mi proyecto ganadero es conseguir un toro más bravo, con más pujanza, pero sin perder la clase y el ritmo, más positivamente fiero, porque la fiereza tiene dos expresiones: una negativa expresada en mansedumbre, en falta de entrega, en genio y violencia; y otra positiv,a que es la entrega de la bravura, la nobleza.

El concepto de la bravura GENETICA ha ido desarrollándose a lo largo del tiempo, y hoy día ya no podemos analizarla solamente como la capacidad de lucha del toro, aunque esta venga acompañada del ansia de coger los vuelos del capote y la muleta, sino que tenemos que analizarla como la conjunción de un grupo de caracteres: apretar, salirse suelto del caballo, arrancarse de lejos, emplearse en cada una de sus embestidas, fiereza (casta), fijeza, movilidad, galope en sus desplazamientos, escarbar, potencia alegría, querencia, desarrollo de sus ansias de combate a lo largo de la lidia, rectitud de las embestidas, recorrido, meter la cara, ritmo, nobleza repetir, reponer, frenarse, cabecear,  gazapear, etc…

¿Cómo valorar esta multitud de caracteres?

El manejo de tan múltiples  caracteres solo es posible si se crea un banco de datos de la amplitud suficiente para poder estudiar la heredabilidad de los mismos y así poder diseñar “El modelo Animal”  que haga posible la selección de estos caracteres.

La técnica genética y el manejo de los caracteres son, según mi personal opinión, la forma futura de seleccionar en las ganaderías bravas

¿Qué busco yo y qué buscaba mi padre?

Partimos de un patrón familiar, de una forma de embestir que ha hecho del toro de JUAN PEDRO un toro único especial. La bravura ha de ser integral, el toro ha de acometer en todos los tercios, y el toro ha de acometer de forma constante; de ahí la importancia de la duración como componente de la BRAVURA.

Yo he intentado buscar un toro que tenga más PROFUNDIDAD.

¿Qué es la profundidad?

Es incidir concentrarse en la búsqueda de una serie de caracteres ya definidos por mi padre.

EMPLEARSE

FIEREZA

RECORRIDO

HUMILLACION

Y una novedad, el FINAL: ¿Cómo acaba un toro el muletazo? ¿hacia arriba, a su altura o hacia abajo?.

Y cuál es el toro PROFUNDO el toro que busco. El TORO que tiene potencia, se emplea, humilla y tiene un gran final persiguiendo los vuelos de la muleta bien abajo.

Partiendo de la base de caracteres diseñada por mi padre,  y con el fin de utilizar todo lo que la inteligencia artificial, es decir, el ordenado tratamiento de los múltiples caracteres he pasado a numeralizar todos los caracteres unos en base 3 y otros en base 5.

Es, por tanto, básico, en primer lugar, la correcta valoración de estos caracteres que definen el comportamiento en la lidia

Este conjunto de caracteres que conforman el núcleo de la selección del toro de lidia, lo he dividido en 22 en lugar de los 24 que tenía mi padre, a los que añado, como complemento, tres notas, que puntúo del 0 al 5.

Mi padre valoraba de 0 a 10, pero al a analizar la base de datos observamos que estaba más bien sesgada del 5 al 10. Es más fácil puntuar de 0 a 5, y ayuda a marcar más las diferencias sobre todo las negativas.

La primera nota se refiere a la bravura del animal, con el concepto de bravura integral que al principio definí; la segunda nos mide la toreabilidad desde un aspecto de conjunto y la tercera es la nota de la PROFUNDIDAD.

He pasado a evaluar numéricamente estos 22 caracteres SOBRE BASE 5 aquellos en los que más quiero incidir y sobre base 3 los restantes.

Esto me ha permitido concentrarme en las virtudes del toro que busco y diferenciar los pequeños matices más  allá de las notas generales al llevar la puntuación a 66 puntos.

Esta puntuación solo numérica me permitirá en un futuro incidir en una mejor valoración y búsqueda del potencial genético con la utilización de la tecnología algorítmica.

Hoy día, el ganadero tiene que tener en cuenta tres factores fundamentales en la crianza del toro de lidia:

1.- La Selección Genética

2.- El manejo y preparación de sus animales.

3.- La Morfología

La fuerza, la movilidad, y por ende la BRAVURA, tienen tanto un componente genético, como de manejo.

¿Cuál es más importante?. Ambos, el uno sin el otro, hacen que los toros embistan, los dos son determinantes en la consecución de un TORO BRAVO.

Hay que tener una naturaleza fuerte pero se podrá desarrollar más esa naturaleza si se entrena y la sanidad es perfecta.

Para que el comportamiento del toro sea el idóneo, el soñado, la bravura basada y buscada en la selección genética, tiene que ir acompañada de un correcto MANEJO.

El ganadero no solo debe acertar en la selección genética en la correcta combinación de caracteres, sino que sin un manejo acorde el toro no podrá desplegar hoy en día sus facultades debido a las exigencias de duración y volumen de la tauromaquia de nuestros días.

Manejo basado en la alimentación, sanidad y ejercicio físico.

Hoy en día, además, vivimos afectados seriamente por el entorno por factores medio ambientales y externos fuera de nuestro control que inciden en el stress del toro ´. Temperatura, transporte, corrales.

El manejo es fundamental en el comportamiento del toro. El toro sano y en plena forma física dura más y embiste más, y hará que cada toro de verdad desarrolle su potencial genético de mayor o menor bravura.

Mi padre ha sido un constante investigador e innovador en el análisis genético y de alimentación del toro bravo.

Desarrolló el tauródromo, la alimentación compensada obligando a que el toro coma la debida proporción de volumen y pienso para evitar la acidosis y los consecuentes daños hepáticos, y que ha sido una gran evolución en la alimentación animal.

El unifeed y el tauródromo han sido contribuciones fundamentales en la mejora del manejo del toro bravo.

Yo he seguido investigando y evolucionando en la búsqueda del manejo perfecto. Es un cúmulo de múltiples detalles.

Mantener la misma alimentación a lo largo de su último ciclo de vida, e incluso apartar las corridas de toros varias días antes de su embarque también ayuda al mejor manejo del toro bravo.

El enfundado ha sido otro importante avance disminuyendo en gran proporción el número de bajas por peleas, y manteniendo los pitones en su verdadera esencia al preservarlos a su origen y manteniendo al máximo la dureza y longitud de los mismos.

Por tanto, el Toro, es la alquimia de genética, manejo y morfología.

El tercer pilar del trabajo y selección ganadera es el trapío: la belleza animal; los determinados fenotipos que ayuden al toro a embestir.

Para mí el trapío es el tipo de toro que gusta en cada plaza y por consiguiente a cada público.

Las hechuras son las formas físicas que determinan el trapío.

El toro ha de tener un determinado volumen que le da apariencia física expresividad sensación de toro y con ello trapío.

El trapío ideal es que cada plaza y cada público determinan qué toro es el que más le gusta. Hay muchas mujeres guapas y sobre el gusto no hay nada escrito.

La diferencia de trapíos entre plazas de primera y otras la determina un mayor volumen y una mayor longitud de pitón.

Pero sí hay una serie de caracteres que facilitan la embestida del toro: la longitud del toro, el cuello, la altura.

El toro ha de ser bajo de agujas y estar cerca de tierra la estrechez de sienes y esta combinación de caracteres físicos harán un toro mejor dotado para embestir.

Y cómo ha evolucionado el toro de mi Padre

Busco un toro de cuello largo, estrecho de sienes y con el pitón hacia arriba. La morfología es un factor fundamental en la búsqueda de la embestida y el complemento ideal de la Bravura.

Tan es así que por primera vez tengo dos sementales seleccionados solo sobre la base de su morfología.

 

¿Y todo ello para qué?.

Para  que  un toro emocione, emocione con sus embestidas, para que el torero cincele su obra, para que el público vibre y se alborote.

Porque el ganadero que no se adapta a los gustos del público de cada época no pervive, y esto es el grandioso legado que me han dejado mis antepasados, el encaste determinante en la Historia actual de la Tauromaquia.

contacte con nosotros

Contacte con nosotros para conocer todo lo que ponemos a servicios de turismo taurino que podemos ofrecerle en nuestras instalaciones.

Teléfonos contacto

Dirección

Ganadería "Juan Pedro Domecq".

Finca "Lo Álvaro".
El Castillo de las Guardas (Sevilla).
Dirección: N-433 / Km 59,5.

Email contacto

X